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Nuestra sociedad está acostumbrada a pensar que con sólo tomar una píldora puede mejorar. Sucede muchas veces cuando hay gripa, resfriado, dolor de cabeza, algún problema estomacal, entre otros. Pero es momentáneo, y no toda la vida deberíamos depender de una píldora para ello.

Los suplementos por su parte, ayudan a sumar en nuestro cuerpo ciertos nutrientes que necesitamos o de los cuales tenemos deficiencias. Según la práctica médica de Medicina Funcional, el consumo de suplementos muchas veces no debe durar más de 2 o 3 meses. El resto lo hace el cambio de hábitos y la alimentación.

Pero de nada sirve agregar suplementos a nuestro cuerpo si aún seguimos consumiendo azúcares, harinas, productos ultra-procesados, una alta cantidad de carbohidratos, productos inflamatorios y comida chatarra. Tampoco sirven de mucho si vivimos en ambientes tóxicos, no descansamos, no hacemos actividad física, si nuestra mente y nuestro corazón no están en paz.

Ningún suplemento puede ser tan poderoso como una buena noche de sueño, una dieta saludable y hacer ejercicio con regularidad.

Además, los nutrientes son más potentes cuando provienen de los alimentos en comparación con una píldora. Según la Clínica Mayo, los alimentos contienen micronutrientes esenciales, fibra y antioxidantes de los que carecen los suplementos. Y esto es cierto aún si tuvieras en casa cientos de suplementos para agregar a tu cuerpo todo lo necesario.

En situaciones extremas, por ejemplo, si alguien tiene una deficiencia severa de una vitamina en particular, esa persona podría ser más susceptible a la infección y un suplemento podría ayudar.

Por eso, de nada sirve atiborrarse de vitamina c, zinc, vitamina d y otros nutrientes que aportan a nuestro sistema inmunológico si no mejoramos la base de todo: nuestra alimentación.

Revisemos más de cerca algunos de los estudios en torno a los suplementos o vitaminas y minerales que por mucho tiempo han prometido fortalecer la inmunidad.

1. Echinacea

Una revisión Cochrane de febrero de 2015 encontró que la equinácea no proporciona beneficios para el tratamiento del resfriado común, mientras que una revisión de farmacognosia de enero de 2015 señaló que los efectos secundarios del suplemento incluyen náuseas, dolor abdominal y erupción cutánea.

2. Plata coloidal

La plata coloidal no tiene ninguna investigación que respalde sus afirmaciones de salud, según los Institutos Nacionales de Salud (NIH), y puede causar efectos secundarios graves, como decoloración de la piel y absorción deficiente de medicamentos como los antibióticos.

3. Saúco

Las personas que tomaron jarabe de saúco experimentaron cierto alivio de los síntomas del resfriado y la gripe de las vías respiratorias superiores, como se señaló en un análisis de febrero de 2019 en Complementary Therapies in Medicine, pero no se han realizado estudios independientes a gran escala, por lo que no hay forma de conocer sus verdaderos efectos.

4. Champiñón Chaga

Algunos estudios de laboratorio y en animales han demostrado un posible vínculo entre el hongo chaga y la inmunidad, todavía no se han realizado estudios en humanos en esta área, según el Centro de Cáncer Memorial Sloan Kettering.

5. Probióticos

Los probióticos son promovidos para mantener la salud inmunológica. No hay ensayos clínicos a largo plazo que demuestren que ofrecen beneficios para las personas que ya están sanas, según un artículo de octubre de 2018 en JAMA. Los suplementos probióticos también pueden presentar riesgos, como infecciones oportunistas y reacciones alérgicas.

6. Vitamina C

La vitamina C no reducirá el riesgo de desarrollar un resfriado para la población general (las excepciones incluyen fumadores, ancianos y personas expuestas a ambientes muy fríos o actividad física extrema, como los corredores de maratón), según los NIH. Pero sí puede acortar modestamente la duración de un resfriado.

7. Zinc

Los suplementos de zinc solo mejoran la función inmune en personas con deficiencia severa, según los NIH, aunque las pastillas de zinc pueden reducir significativamente los síntomas del resfriado como tos, secreción nasal y dolores musculares.